Los esfuerzos por no olvidar nuestro caminar histórico, como parte del peregrinaje por esta tierra bendita, nos debe llevar a escarbar en cada momento de la historia, y sacar de cada uno de ellos enseñanzas que nos permitan ser mejores seres humanos, y asemejarnos cada día más al modelo de hombre/mujer que Jesús el Divino Maestro nos mostró con su mensaje y compromiso con el Reino de Dios y su Justicia.
A cincuenta años de este lamentable hecho histórico que terminó violentamente con la institucionalidad en nuestro país, no podemos quedar mirando desde lejos este acontecimiento, y dejar que sean solamente los otros y otras quienes digan algo al respecto. En nuestras propias experiencias de fe surge, desde lo más profundo del alma, lo que se ha tenido guardado, trayendo a la luz lo vivido, y hoy día, a través de esta publicación, suenan los acordes de estas experiencias como gritos de protestas y esperanza, para que nunca más en nuestro amado país volvamos a vivir lo que se vivió: persecución, muerte, tortura, desapariciones, exilio, etc. Hoy se hace urgente seguir haciendo carne y sangre las palabras de Jesús y su Evangelio (Mateo 25,31-46 “El Juicio de las Naciones”), texto que, para el metodismo primitivo en la Inglaterra del siglo XVIII, se constituyó en un verdadero mandamiento, en el que el valor y defensa de la vida fueron un pilar fundamental en la evangelización de esa nación. Hoy día estos escritos y testimonios dan cuenta del compromiso y fidelidad de cientos de nuestros hermanos y hermanas que, en nombre del Dios de la Vida, fuimos capaces de defender la vida a costo de las nuestras, entendiendo y asumiendo que era un deber vocacional, y un imperativo del Evangelio hacerlo ya (Mateo 5,1-12).
Damos gracias a Dios, por la lealtad, la fidelidad del remanente que fue capaz de resistir las amenazas, las persecución, la crítica y la descalificación de ciertos sectores de la sociedad y la Iglesia, no claudicando, sino siguiendo adelante con la denuncia y la defensa de los derechos fundamentales de las personas. Honramos a los que han partido y descansan en el Señor, y rogamos por los que seguimos. En la porfiada esperanza de un mundo nuevo.
“No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Gálatas 6:9.
Rev. Jorge Merino Riffo
OBISPO Iglesia Metodista de Chile