«Es preciso dejar un testimonio impreso de lo que significó el aporte de una iglesia y un liderazgo comprometido con el reino de Dios. El amor a Jesucristo y nuestro sufrido pueblo chileno demandaban un acompañamiento pastoral que, estoy seguro, la historia misma empezará a reconocer y valorar».
Obispo Isaías Gutiérrez
1989
Edición Especial:
La Parroquia sin Fronteras:
Presencia y Testimonio
La Iglesia se preocupa de los derechos humanos porque ello representa el fermento de una nueva sociedad. Fieles a nuestra herencia metodista afirmamos que: no puede haber una auténtica salvación personal sin un anhelo de justicia social. Porque el bien que ansiamos para nosotros, Dios quiere hacerlo real para cada vida humana. Nuestro mundo, que se ha encerrado en su casa y que se refugia en la pantalla de un televisor, mientras recibe informaciones concientizadoras y atrofiantes, comprende que precisa de nuevos valores, y que esos nuevos valores no se logran en vidas saturadas de egoísmo.
Los derechos humanos vienen a dar a la vida la tónica que le hace falta en medio de la contaminación ambiental que la invade. (p 3)
Hoy como nunca se necesita la acción de los cristianos, y de todos los hombres de buena voluntad, no importa su religión o ideología, en la búsqueda de soluciones que permitan el desarrollo de la vida humana, o por lo menos que se evite el desastre total. Sé que nuestras esperanzas últimas están en Dios. Pero la misma fidelidad a Jesucristo como Señor, la esperanza del Reino, nos lleva a buscar una vida más humana para todos, mientras estemos en esta tierra, que Dios creó habitable y que sólo el hombre puede malograr. (p 14)
No estamos aquí ahora para lamentarnos de lo sucedido, para quejarnos de tanta maldad que hay en el mundo, ni siquiera tenemos en nuestros corazones el menor lugar para el odio, el rencor o la revancha. Confiamos en que Dios es el juez supremo y a su tiempo hará justicia. Estamos aquí para agradecer a Dios por la ofrenda de las vidas de todos aquellos que fueron sus santos fieles. En la antigüedad se dijo que la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia. Efectivamente, así lo creemos. La Iglesia fiel a Jesucristo se edifica sobre el testimonio de aquellos que vivieron su fe hasta las últimas consecuencias. Estamos aquí para seguir el ejemplo de muchos que pasaron por la tribulación. A los que aquí estamos, sin duda, nos esperan nuevas luchas y sufrimientos, pero lo importante es ser consecuentes y no ceder a la tentación de querer, mezquinamente, salvar nuestras propias vidas, dejando que se pierdan las de muchos, porque finalmente esa vida que quisimos salvar se perderá de forma definitiva. (p 19)
La crítica del metodismo al anglicanismo del siglo XVIII fue no responder al escenario social de su época. Resulta ser un desafío el sentir que las luchas y la búsqueda de los derechos no quedaron estáticas en el pasado, sino más bien, repensar quienes hoy son víctimas de sistemas opresores y violentos, donde la sensibilidad ante el dolor humano ha tomado nuevos rostros y nuevos actores, especialmente, en la niñez vulnerada, la violencia de género, el trato hacia los migrantes y los adultos mayores, las discriminaciones hacia las diferentes expresiones sexuales, las consecuencias del fundamentalismo religioso, el cuidado de la casa común, la falta de equidad, y tantos otros males y pecados sociales que afectan este tiempo. (p 25)
A cincuenta años del 11 de septiembre de 1973, y a trescientos veinte del natalicio de Juan Wesley, como Seminario
Los esfuerzos por no olvidar nuestro caminar histórico, como parte del peregrinaje por esta tierra bendita, nos debe llevar a